diumenge, 25 de març del 2012

Fragmento de la Biblia blanca del periodismo [parte I]

Carta a los Marcabeos y los Asnos, Mc-As, 110, 3

En el año cientodiez de la fundación del club blanco, en el tercer mes, el representante del Ser Superior en el campo, habló:"Dejad que los niños se acerquen a mí, y yo, Mou, gracias a mi dedo les señalaré el camino".

Eran tiempos difíciles para el club blanco, pues estaban únicamente a diez puntos de su principal perseguidor, el Maligno, dirigido por el Filósofo. Durante el transcurso de un partido contra un equipo claramente inferior llamado Málaga, dirigido por un descendiente de Barrabás, llamado Manuel Pellegrini, el club blanco empató, dejando al club Maligno a ocho puntos.

El gol del empate fue un chute de Cazorla; un disparo de energía tan demoníaca que ni el mismísimo San Iker de Móstoles y su égida bendita pudieron hacer nada al respecto, consiguiendo Cazorla colar el balón por la mismísima escuadra.

La distancia parecía ser un colchón de puntos amplia, pero Mou, el de Setúbal y protegido del Ser Superior, tuvo otro percance.

Cual buen samaritano, Mou, se dispuso a ayudar al equipo de Castellón, el Villarreal, a auyentar sus penas para siempre dejándolos muertos de cara al descenso a segunda, vistos para sentencia. Sin embargo, el nuevo entrenador, Lotina, planteó un encuentro tácticamente notable, y su mejor representante en el campo, Marcos Senna, dejó al club blanco sangrando, y lo peor, con el canguelo.

Los altavoces y voceros de Mou y el club blanco sagrado, primero atizaron al mismísimo Mou, por hacer uso del trivote contra un rival que lucha por no descender, lo que significó una muerte simbólica. Cabe decir que fue un planteamiento cobarde, del que está desesperado, y el partido fue un bendito tostón. Los jugadores blancos no alcanzaban a trenzar una jugada con cara y ojos, y parecía que se arrastrasen por el campo de juego. Fue en el cuarto minuto del encuentro, cuando Lass Diarra vio la primera tarjeta amarilla, merecida, y que pretendía marcar el baremo de tarjeteo.

El partido fue bastante de ida y vuelta, cosa que no interesaba a ninguno de los dos equipos. Hasta que el paladín de Mou, Cerresiete de Madeira, gracias a una jugada con el germánico-otomano Özil, pudo marcar el primer gol de la noche. Pero la noche sería larga, aunque restara poco tiempo de partido.

Uno de los nuevos gladiadores blancos, Altintop, cometió una falta en el borde del área. De nuevo, imbuído por el espíritu de Cazorla, un tiro de falta endemoniado fue la perdición de San Iker de Móstoles. Marcos Senna ejecutó perfectamente su tiro, dejando al bueno de San Iker a la altura del betún.

Fue entonces, cuando el espíritu de Juanito hizo acto de presencia, y empezó el espectáculo. Hubo lluvia de tarjetas por parte del juez del encuentro, Paradas Romero, y muchos de los gladiadores blancos acabaron apercibidos, incluso dos fueron expulsados. Según el reglamento, todo fue bien señalado. Y el partido finalizó con el segundo empate consecutivo de los hombres de Mou. Aquí si que se instauró el canguelo, pues el Maligno estaba a seis puntos.

Los altavoces y voceros de Mou, al segundo día de la muerte simbólica de Mou, se encargaron de preparar el terreno para una de las marcanipulaciones más apabullantes que se han dado y se darán.

Al tercer día, Mou resucitó. La prensa cavernaria del Ser Superior había conseguido obrar el milagro, y girar la tortilla de tal manera que parecía que un arbitraje normal fuera considerado un robo por parte de los marcabeos y los asnos.

Lo del Comité de competición tal vez quede para otra carta.

Palabra del Señor

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